El Buenos Aires Fashion Week —BAFWEEK para los que ya hablan en clave fashion— volvió a encender la capital argentina con una de sus ediciones más creativas y atrevidas. Y, aunque la moda siempre ha tenido fama de extravagante, esta vez el evento se sintió como un manifiesto: la moda cambia, se mueve, se mezcla y… sí, a veces también se rebela.

Durante varios días, Buenos Aires se transformó en una pasarela abierta. Diseñadores consagrados y talentos emergentes compartieron escenarios que rompían con lo tradicional: fábricas, talleres mecánicos, patios urbanos y espacios industriales que parecían más sets de videoclip que pasarelas clásicas. La vibra fue clara: la moda quiere salir a la calle, y la calle quiere entrar en la moda.

La apuesta estética de esta edición fue tan variada como intensa: texturas que dan ganas de tocarlas, colores que cambian según la luz, prendas genderless que rompen con todo lo predecible, y colecciones que mezclan nostalgia noventera con futurismo latino. Ideal para quienes aman un look que no pide permiso.

Otra cosa que destacó fue la diversidad. Cuerpos reales, identidades diversas y estilos alternativos desfilaron sin miedo y sin filtros. Nada de “perfección inalcanzable”: BAFWEEK mostró una moda que se parece más a la gente que la usa, no a la que solo sale en catálogos.

Para jóvenes adultos interesados en moda, emprendimiento o simplemente en ver qué se está cocinando en el continente, BAFWEEK es una brújula creativa. No solo dicta tendencias: inspira a crear, a jugar y a pensar la ropa como una extensión de quién eres.

Al final, el mensaje quedó clarísimo:
Buenos Aires no quiere copiar lo que se hace afuera. Quiere hacer ruido.
Y vaya que lo logró.